El Síndrome de Intestino Irritable (SII), popularmente conocido como «colon irritable» es un trastorno funcional digestivo crónico y benigno, que se caracteriza clínicamente por la asociación de hinchazón, molestias abdominales y alteraciones en el hábito deposicional que pueden variar
desde estreñimiento, diarrea o ambos.
Es una patología muy frecuente, pues se estima que puede padecerla hasta el 10-15% de la población y representa el 25% de las visitas a una consulta de Digestivo.
El SII no predispone ni comporta una mayor probabilidad de padecer cáncer, enfermedad inflamatoria intestinal ni disminuye la supervivencia. No obstante, puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de quienes lo padecen y su abordaje condiciona un coste muy relevante para el sistema sanitario.
A día de hoy no se conoce con exactitud su causa, involucrándose diversas teorías:
Varios estudios sugieren que el SII está causado por contracciones anómalas del colon y del intestino
delgado (de ahí el término colon espástico, que ha sido utilizado a veces para describir el SII). Sin embargo, las contracciones anormales no explicarían el SII en todos los pacientes, y no está claro si las contracciones son un síntoma o la causa del desorden.
Algunos pacientes desarrollan SII tras una infección gastrointestinal grave (por ejemplo, Salmonella,
Campylobacter, Shigella o virus). Se desconoce cómo la infección es capaz de desencadenar el desarrollo de SII; si bien, la mayoría de los pacientes con SII no tienen historia de infección previa. Más del 10% de los pacientes con enteritis infecciosa desarrollaron SII con posterioridad, con un riesgo 4 veces mayor que en individuos sin este antecedente. Especialmente era más frecuente en mujeres con enteritis grave, pacientes con distrés psicológico y aquellos con pauta de antibióticos durante el proceso infeccioso.
El estrés y la ansiedad pueden afectar al intestino; así, es probable que el estrés y la ansiedad empeoren los síntomas. Sin embargo, es importante resaltar que pueden modular la percepción de los síntomas pero no parecen ser la causa de esta patología.
Las intolerancias alimentarias son comunes en pacientes con SII, alimentando la posibilidad de que se deba a una alergia o sensibilidad alimentaria. Esta teoría ha sido difícil de probar. La mejor forma de detectar una asociación entre los síntomas del SII y la sensibilidad alimentaria es eliminar ciertos grupos de alimentos sistemáticamente (este proceso se denomina dieta de eliminación), que solamente se recomienda bajo supervisión médica o de un dietista-nutricionista. La eliminación de alimentos de la dieta sin supervisión puede desembocar en déficits nutricionales. Además, restricciones dietéticas innecesarias pueden incluso empeorar la calidad de vida del paciente.
Existen numerosos alimentos que se sabe pueden causar síntomas que simulan o agravan el SII, incluidos derivados lácteos (que contienen lactosa), legumbres y 4 vegetales como brócoli, coliflor, coles de Bruselas y repollo. Estos productos aumentan el gas intestinal, pudiendo causar calambres.
En definitiva, a día de hoy, podemos afirmar que el SII no se produce por ninguna alergia o intolerancia, por lo que nunca debe suprimirse ningún alimento ni realizar ninguna dieta estricta sin supervisión médica.
Muchos investigadores creen que el SII está causado por un incremento de la sensibilidad visceral (de los órganos internos) a sensaciones normales. Esta teoría propone que los nervios del intestino poseen una hiperactividad en los pacientes con SII, por lo que cantidades normales de gas o movimientos intestinales son percibidos por los pacientes con SII como excesivos y dolorosos. Así,
algunos pacientes con SII grave mejoran cuando son tratados con medicamentos que disminuyen la percepción del dolor en el intestino.
El síntoma principal del SII es el dolor abdominal acompañado de cambios en la frecuencia y/o consistencia de las deposiciones, presentando episodios de diarrea, estreñimiento o ambos.
Su prevalencia se sitúa en un 10-15%, es más habitual en adultos jóvenes y empieza a disminuir a partir de los 50 años.
El dolor abdominal puede ser difuso o localizado en hemiabdomen inferior, de moderada intensidad, que se alivia tras la defecación, respeta el sueño y suele relacionarse su comienzo con la ingesta de algún alimento.
Para facilitar el diagnóstico del SII se han desarrollado unos criterios diagnósticos que consisten en :
a) Presencia de dolor abdominal recurrente, como media, al menos un día a la semana en los últimos tres meses relacionado con dos o más de los siguientes criterios:
- Se relaciona con la defecación.
- Se asocia a un cambio en la frecuencia de las deposiciones.
- Se asocia a un cambio en la forma (apariencia) de las deposiciones
b) Las molestias deben estar presentes durante los últimos 3 meses y haber comenzado un mínimo de 6 meses antes del diagnóstico.
Existen 4 tipos de SII según el hábito deposicional:
- SII con estreñimiento.
- SII con diarrea.
- SII mixto (combina estreñimiento y diarrea).
- SII no tipificado (alteración que no logramos incluir en los grupos anteriores).
Es importante tener en cuenta que, a lo largo de la evolución de la enfermedad, se puede cambiar de subtipo de SII.
Además de los síntomas incluidos en los criterios de Roma IV, el paciente con SII puede presentar: distensión abdominal, moco en las heces, tenesmo rectal (sensación de no quedarse satisfecho tras la defecación) o escapes de las heces (incontinencia fecal), dolor anal, saciedad precoz al comer, náuseas, vómitos, dolor torácico y flatulencias. Con una frecuencia elevada, los síntomas empeoran tras alteraciones psicológicas como ansiedad, depresión, angustia y eventos estresantes. Existen otros síntomas extraintestinales que pueden acompañar al SII como reglas dolorosas, dolor de cabeza, molestias al orinar, dolores musculares y óseos y cansancio.
El diagnóstico del SII se basa en la presencia de criterios clínicos (comentados previamente) y en la ausencia de anormalidades en las pruebas complementarias practicadas (analítica, exploraciones radiológicas o endoscópicas).
Existen determinados signos o síntomas de “alarma” que obligan a reconsiderar el diagnóstico de SII:
• Cambio súbito en el ritmo deposicional en un paciente mayor de 50 años.
• Presencia de síntomas nocturnos.
• Fiebre.
• Diarrea continua y/o liquida.
• Presencia de sangre en las heces.
• Anemia.
• Pérdida de peso no intencionada.
• Dolor abdominal muy intenso.
• Historia familiar o personal de cáncer de colon o enfermedad inflamatoria intestinal.
Generalmente, en ausencia de dichos signos o síntomas de “alarma”, en un paciente menor de 45-50 años, no es necesario realizar pruebas radiológicas o endoscópicas para establecer el diagnóstico.
Actualmente, no existe un tratamiento único, idóneo ni curativo para el SII, debiendo insistirse en que se trata de un proceso funcional y crónico. No existen productos ni terapias milagrosas que eliminen esta entidad.
En muchos casos, el conocer que se trata de una patología benigna y que no predispone a otras enfermedades ni a cáncer ayuda a los pacientes a afrontar su patología y tratamiento con mayor serenidad.
En este sentido, es fundamental una buena anamnesis y una correcta empatía entre médico y paciente, lo cual mejorará la adhesión al tratamiento y la evolución clínica de los mismos.
El tratamiento debe combinar siempre adecuados hábitos higiénico-dietéticos con un tratamiento farmacológico dirigido y, por tanto, debe sustentarse en los siguientes 3 pilares:
a) Actuación en hábitos de vida:
- Estilo de vida ordenado y equilibrado.
- Se debe evitar el consumo de tabaco y alcohol.
- No existen alimentos prohibidos o malos. Cada persona debe identificar que alimentos le sientan peor y reducirlos o eliminarlos. Como norma general, alimentos como las especias, la cafeína, los picantes, las grasas, formadores de gas o comidas muy condimentadas deben evitarse. Es recomendable beber agua y tomar frutas y verduras, sin excederse. No se deben realizar dietas de exclusión, es decir, eliminar alimentos como la lactosa, el gluten, etc. Su gastroenterólogo ya habrá contemplado esta posibilidad durante el proceso diagnóstico y si lo considera oportuno realizará los test apropiados para llegar a confirmarlo o excluirlo. La alimentación debería ser lo
más variada posible. - Es importante realizar cuatro-cinco comidas al día y tomarse tiempo para realizarlas, al menos 20 minutos.
- Del mismo modo, es importante tomarse tiempo para defecar. Acudir siempre que se tenga deseo, no reprimirlo. Acudir al baño de forma tranquila, tomarse tiempo, aunque no en exceso y, a ser posible, en un ambiente relajado.
- Es aconsejable realizar 30-45 minutos de actividad física adecuada a la condición de cada persona. Este hecho, ya conocido para patologías que afectan al aparato cardiovascular, es igual de beneficioso para nuestro aparato digestivo, no solo al ayudar a mejorar su motilidad sino por los beneficios del ejercicio a nivel del sistema nervioso central y la neurotransmisión.
- Es beneficioso evitar las situaciones estresantes o, si no es posible, cambiar la forma de enfrentarse a ellas para minimizar su impacto en nuestra salud.
b) Recomendaciones dietéticas:
Los objetivos del tratamiento nutricional son asegurar la ingesta adecuada de nutrientes, individualizar la dieta según el patrón gastrointestinal específico del SII y explicar la posible influencia de los alimentos en el tratamiento de los síntomas.
Hay pocos datos científicos que apoyen la restricción de alimentos concretos. Pueden tolerase mal las comidas copiosas y ciertos alimentos, como cantidades excesivas de grasas, cafeína, lactosa, fructosa, sorbitol y alcohol.
Por tanto, se dan las siguientes recomendaciones, no sin antes aclarar que el tratamiento dietético debe ser individualizado para cada paciente y sujeto a revisiones frecuentes por su gastroenterólogo.
Recomendaciones generales:
- Realice comidas pequeñas y frecuentes.
- Coma a un ritmo relajado y en horarios regulares.
- Evite el estreñimiento, pero incremente el contenido de fibra y proporcionalmente el de líquidos no gaseosos en la dieta de modo progresivo.
- Haga ejercicio físico regularmente.
- Realice actividades relajantes y sociales.
- Identifique la sensibilidad a distintos alimentos y excluya solamente aquellos que no tolere.
- Marcar horarios para comer e ir al WC
Recomendaciones específicas:
- Moderar el consumo de fibra insoluble y potencie el consumo de fibra soluble (en forma de gomas, pectinas y mucílagos). Se puede hacer con la ayuda de los alimentos como el dulce de membrillo o la manzana, aunque también se recomienda tomar diariamente suplementos alimentarios de este tipo de fibras.
- Evitar los alimentos ricos en grasas, las frutas cítricas y las espinacas para disminuir el efecto laxante producido por las sales biliares (bilis) en el colon.
- Eliminar el consumo de sorbitol (un edulcorante), los alimentos o especies picantes, el gas (en las bebidas), el café y el té.
- Eliminar la lactosa si no se tolera.
- Beber al menos dos litros de agua al día. Es muy importante garantizar la hidratación adecuada cuando hay diarrea. Se recomienda beber agua o infusiones suaves (que no tienen ningún efecto laxante). Además, un aporte suficiente de líquidos también ayuda a combatir el estreñimiento.
c) Abordaje medicamentoso o farmacológico:
Existe multitud de fármacos que su gastroenterólogo le irá indicando según los síntomas que presente. En general debe tenerse en cuenta que se trata de un tratamiento mixto atendiendo a los síntomas predominantes: dolor, diarrea y estreñimiento.
- Fibra: Existen diversos tipos de fibra, la soluble y la insoluble. En varios estudios, se valoraba los efectos de las distintas fibras en el SII, apreciando que la fibra soluble mejoraba la sintomatología, excepto la distensión y el dolor abdominal. La fibra insoluble no demostró una mejoría significativa.
- Laxantes: Se utilizan en los casos con predominio de estreñimiento. Son útiles, aunque con limitaciones.
- Antidiarreicos: Son fármacos que se emplean en los casos que predomina la diarrea. Dentro de este grupo tenemos fármacos con la loperamida, la codeína y las resinas de intercambio iónico. No existe evidencia de su utilidad al no tratarse de un proceso agudo sino crónico.
- Espasmolíticos: Son fármacos que actúan sobre la fibra muscular lisa del tubo digestivo, inhibiendo su motilidad. Suelen mejorar el dolor abdominal en un alto porcentaje de pacientes. No presentan utilidad en los casos de estreñimiento.
- Agonistas de los receptores de serotonina 5HT4: Estos medicamentos estimulan la motilidad intestinal y reducen la sensibilidad visceral; por lo tanto, mejoran el tránsito intestinal y el dolor. Estarían indicados en casos de estreñimiento que no responde a otras medidas. Se han investigado múltiples moléculas, la mayoría de ellas se han dejado de usar o se ha restringido su uso por los efectos adversos, sobre todo a nivel cardiovascular. Actualmente, tenemos comercializada la Prucaloprida, que se emplea en casos muy seleccionados.
- Linaclotida: Es un péptido que se une a los receptores de guanilato ciclasa C del intestino. Esto provoca una reducción de la sensibilidad intestinal, reduciendo el dolor abdominal y aumentando la cantidad de líquido que se produce a nivel intestinal y bloqueando su absorción, con lo que mejora el tránsito intestinal. Se usa en los casos con estreñimiento moderado o grave sin respuesta a tratamiento previos. Tiene muy buen perfil de seguridad.
- Antidepresivos: Se han usado no para regular el estado de ánimo, sino por su mecanismo de acción a nivel intestinal. Existen dos grupos, los antidepresivos tricíclicos, como la Amitriptilina; y los ISRS, más modernos y mejor perfil de seguridad, entre ellos destaca la Paroxetina. Estos medicamentos regulan la sensibilidad visceral y favorecen la motilidad, siendo eficaces en mejorar los síntomas en pacientes con SII, aunque los estudios disponibles son muy heterogéneos.
- Probióticos: Estos fármacos parecen desarrollar un rol importante al modular las alteraciones en la composición de la microbiota intestinal asociados al SII, especialmente cuando se utilizan fármacos con múltiples cepas y durante un período de tiempo superior a 8 semanas. Sin embargo, aunque de forma global parece que mejoran los síntomas, principalmente el meteorismo y la distensión abdominal, su verdadero papel aún no están totalmente demostrado.
- Antibióticos: Rifaximina, antibiótico de elección en la prevención de episodios de diverticulitis aguda y de encefalopatía hepática en pacientes cirróticos, parece tener una moderada eficacia en la mejoría de los síntomas de pacientes con SII y sin predominio de estreñimiento.
Autoría:
Dr. Javier Romero. Experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD)
Fuente: https://www.saludigestivo.es/